jueves, 7 de octubre de 2010

Festividad del Rosario.

Hoy jueves la Iglesia celebra la festividad de Nuestra Señora la Virgen del Rosario, una fiesta que tiene su origen nada menos que en la celebración, el 7 de octubre de 1571, de la batalla naval de Lepanto. Lo cuenta esta semana el artículo de "Redacción" de la revista "Diócesis".

La flota cristiana confió en la ayuda de Dios a través de la intercesión de la Santísima Virgen. El Papa San Pío V pidió a los cristianos rezar el rosario por la flota... Días más tarde llegaron los mensajeros con la noticia oficial del triunfo cristiano. Posteriormente, instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias el 7 de octubre. Un año más tarde, Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra Señora del Rosario y determinó que se celebrase el primer domingo de octubre (día en que se había ganado la batalla). Actualmente se celebra la fiesta del Rosario el 7 de octubre y algunos dominicos siguen celebrándola el primer domingo del mes.

A muchos cristianos de hoy en día nos puede chocar que el origen de una devoción cristiana tan piadosa sea nada menos que una cruenta batalla donde murieron unas 35.000 personas. No es políticamente correcto, desde luego, desde nuestra perspectiva actual; ni acorde con los planteamientos de la hoy tan en boga alianza de civilizaciones.

Lamentablemente, no tenemos una máquina del tiempo para poner en aquel contexto y en aquellas circunstancias a los que hoy se escandalizan de la historia. Probablemente nos sorprenderíamos por el cambio de postura de alguno. Tampoco podemos saber cómo habría transcurrido la historia de Europa si la victoria hubiera sido de los turcos, aunque algo podemos intuir viendo la actual situación de los países que formaban parte del imperio otomano: sudeste europeo, medio oriente y norte de África.

En cualquier caso, las batallas que hoy se nos presentan a los cristianos europeos, y por las que debemos encomendarnos a la Virgen, especialmente en este mes de octubre, no son sangrientas. El Santo Padre nos lo recordaba en su reciente visita al Reino Unido: "en nuestro tiempo, el precio que hay que pagar por la fidelidad al Evangelio ya no es ser ahorcado, descoyuntado y descuartizado, pero a menudo implica ser excluido, ridiculizado o parodiado".

Batalla de Lepanto de Lucas Valdés.

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