jueves, 1 de enero de 2009

Año nuevo - Santa María, Madre de Dios.

No podíamos empezar mejor el Año Cristiano que bajo la protección de María, Madre de Dios. Y ¿cuál es el privilegio mayor de María? Sin duda alguna la Maternidad Divina. Y María es constituida Madre de Dios en el momento preciso de la Encarnación, cuando presta su asentimiento al plan de Dios. La Encarnación, la Divina Maternidad, es el centro y fuente de todos los privilegios de María. Los demás privilegios, todos, parten de esta raíz.

Efectivamente, Dios hizo a María, Inmaculada, para que pronunciase mejor el Sí de la Encarnación. La vida de María es una repetición mantenida de este Sí. Su presencia en la Cruz es la consumación del mismo Sí. Y la actividad maternal de María en el cielo es prolongar su servicio a la obra de Cristo.

"La verdad sobre la maternidad divina de María, -recuerda la Encíclica "La Madre del Redentor", de Juan Pablo II-, fue confirmada solemnemente como verdad de fe de la Iglesia, con gran gozo de los cristianos, en el Concilio de Efeso el año 431. María es la de Dios, la THEOTOKOS, ya que por obra del Espíritu Santo concibió en su seno virginal y dió al mundo a Jesucristo, Hijo de Dios, consustancial al Padre. Hija y madre a la vez la llama la Liturgia, "Madre de su Progenitor", y no duda en saludarla con las palabras que Dante Alighieri pone en boca de San Bernardo: "Hija De Tu Hijo". El Vaticano II lo confirma: "Madre de Dios Hijo, y Por Tanto, Hija del Padre y Sagrario del Espíritu Santo".

De aquí le viene a María la grandeza de su dignidad. "María por ser Madre de Dios tiene cierta dignidad infinita" (Sto. Tomás). "La dignidad de Madre de Dios toca los linderos de la divinidad". (San Cayetano) Esta es María. Constituida Madre de Dios en la Encarnación, constituida madre nuestra en el Calvario: Tan cercana de Dios por su Divina Maternidad, y tan cercana a nosotros por su humana naturaleza. Madre de Dios para alcanzarlo todo, Madre nuestra para concederlo todo. María, dice Guardini en "La Madre del Señor", es el más amable y encantador misterio de nuestra fe. La fuerte, la dulce, cuya alma es un abismo de dolor y de amor. María es Madre de todos.




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